México 86. Mi Mundial, mi verdad - Reseña crítica - Diego Armando Maradona
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México 86. Mi Mundial, mi verdad - reseña crítica

México 86. Mi Mundial, mi verdad Reseña crítica Comienza tu prueba gratuita
Deportes

Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: 

Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.

ISBN: 9789500755399

Editorial: DEBATE

Reseña crítica

Contra todo el mundo, contra todos los pronósticos. Siendo figura pero sin olvidarse del rol vital de sus compañeros. Diego Armando Maradona rememora en primera persona lo que dejó el Mundial de México 1986. Un antes y un después en su carrera: capitanía, ingleses y conflicto con la FIFA, entre otros aspectos. ¡Imperdible!

Capítulo I. La Selección que nadie quería

El proceso de la Selección previo a México 1986 tambaleó. Hasta el presidente de turno, Raúl Alfonsín, evaluó despedir a Carlos Bilardo en abril.

Sin embargo, Diego Maradona lo defendió. Si echaban al entrenador, también se iría él. A pesar de ser menottista tenía fe en que ese grupo iba a ganar algo.

Con él había cumplido su sueño de ser capitán de la Albiceleste. Y desde ese rol instaló la idea en el resto de los jugadores que vestir la camiseta de la Selección era lo más importante de todo.

Pero el proceso fue largo: una hepatitis más una larga lesión de tobillo en Barcelona, la mudanza a Nápoles y las exigencias de la Federación Italiana para que estuviera en todos los partidos, lo que provocó que constantemente tuviera que viajar entre Ezeiza y Fiumicino si quería jugar con la Selección. La capitanía lo ameritaba.

Esos viajes para participar de las Eliminatorias terminaron siendo claves, porque armaron el grupo que finalmente fue a México.

“Yo amaba a esa selección. La amaba particularmente. La sentía mía. Era el capitán, había un grupo de tipos excepcionales”, expresó el diez.

Capítulo II. En aquellas reuniones nació el campeón

En Colombia, en la concentración previa a un amistoso con Junior de Barranquilla, los 22 citados se reunieron en una suite del hotel La Fontana.

“Ahí definimos que éramos nosotros contra el mundo, así que más vale que tiráramos todos para el mismo lado... Y tiramos, ¡cómo tiramos!”.

Dentro del grupo había opiniones disímiles entre menottistas y bilardistas, pero se dieron cuenta que tenían que estar unidos.

“Las diferencias eran claras: el Flaco te resumía un partido en dos palabras; Bilardo tenía que pasarte diez videos para explicarte una jugada. Pero ahí estábamos todos juntos por un objetivo, había que dejarse de joder”.

Le ganaron la pulseada a Bilardo, que había programado dos amistosos para esa mini gira cuando el equipo ya estaba en la concentración del América de México. Los jugadores se bajaron del segundo y decidieron regresar, por lo que al entrenador no le quedó otra que ceder.

Salvo Passarella. Daniel Passarella fue el único que no entendió. Le dolió perder la capitanía, así que intentó en varias oportunidades desestabilizar al grupo. Sin embargo, el grupo fue más fuerte: terminaron siendo 21 contra uno.

“Si había cosas para decir, que fueran en la cara. Esa era mi forma de ser. Y así quería que fuera todo el plantel. Por eso las reuniones. A cara de perro, viejo”, afirmaba Diego.

Capítulo III. Pegarle a Maradona

“Sólo digo que estoy podrido de escuchar que el gran ganador del Mundial ’86 es Bilardo. Bilardo, ¡las pelotas! Los ganadores del Mundial ’86 fuimos los jugadores, del primero al último, porque nos bancamos hasta la última forreada de Bilardo”.

Para Maradona resulta de vital importancia destacar los aspectos positivos de los jugadores por encima de la táctica planteada.

El debut llegó en el estadio Olímpico del D.F. Fue ante Corea del Sur, que contaba con jugadores poco conocidos pero que defendían de forma brusca y dura.

Un tempranero gol de Jorge Valdano puso a Argentina arriba por 1-0. “Lo gritamos con todo. Era el primer gol del Mundial. Era importante”, sostuvo el diez.

Finalmente, fue 3-1 gracias a dos de Valdano y otro de Oscar Ruggeri.

“Era la primera fecha, pero también se empezaba a comprobar algo que yo siempre dije y digo: un Mundial es un Mundial, es distinto a todo”.

Capítulo IV. Mamma mia

El segundo cotejo de la fase de grupos fue ante Italia, el último campeón, en Puebla. Terminó siendo empate 1 a 1, con tanto de Maradona.

“Por la cuestión técnica y por la cuestión histórica, es uno de los mejores goles que hice en mi vida”, señaló el astro.

Se trató de un partido especial porque la figura de Fiorito ya llevaba dos años en Italia y conocía a todo el plantel, muchos de ellos eran compañeros suyos en Nápoles.

Aunque el trato era muy distinto al que recibiría cuatro años después, en 1990. “La circunstancia era diferente en el ’86. Para los tanos hasta era un poco simpático. Claro, como hasta ahí no les había sacado ningún scudetto a los grandes, todavía les caía bien”.

De todos modos, el paralelismo entre lo que vivió en Napoli y la Selección era muy cercano. “Supe que iba a sufrir, a sufrir mucho, pero también sabía que a mí las cosas me gustaban más cuando más difíciles eran. Más o menos como con la Selección”.

La rebeldía estaba a flor de piel en ese tipo de situaciones, y Maradona las vivió a todas.

Capítulo V. Jugar contra la FIFA

A partir de México, Maradona empezó a ser una piedra en el zapato para la FIFA.

En el estreno contra Corea del Sur, Diego se quejó públicamente por la violencia que sufrió el equipo. También por el pésimo arbitraje frente a Italia. Y para el tercero, con Bulgaria, los hicieron jugar al mediodía con calor, altura y smog.

“¿Qué teníamos que hacer?: teníamos que jugar y teníamos que hablar, no callarnos, no callarnos nunca. Entonces le salí al cruce a Havelange por primera vez. Por la violencia, por los arbitrajes y por los horarios”.

Dentro de la propia concentración albiceleste salió la idea de empezar a pelear por lo que les parecía justo. “Como si fuéramos los Cebollitas, pero grandes; nos divertíamos, pero a la vez nos quejábamos de todo”.

Y si bien en ese momento no era vox populi, también contra Bilardo, que no les permitía practicar para cuidarlos. “¿¡Qué funcionamiento íbamos a tener si no nos dejaba entrenar!?”.

Más allá de esto, la fase de grupos terminó bien. Victoria por 2-0 ante los búlgaros con goles de Valdano y Jorge Burruchaga para quedar primeros en la zona y pasar invictos a octavos de final.

Capítulo VI. Cruzar el Río de la Plata en México

El primer juego eliminatorio fue el clásico ante Uruguay, en la ya conocida Puebla.

“Contra Uruguay jugué mi mejor partido de todo el Mundial, lejos”, sostiene Maradona. Esto se debe a dos motivos.

Primero, porque gambeteó a todos los uruguayos que se le pusieron enfrente. Ganó todos los mano a mano que tuvo. Y segundo, porque el mediocampo charrúa —su fortaleza— nunca lo vio.

“Me acuerdo de que los matamos a pelotazos. Pero ese partido era para un 4 a 0, o a lo sumo 4 a 1”.

Hubo un montón de situaciones ofensivas a favor de Argentina. Pedro Pablo Pasculli anotó el gol de la victoria, pero también se destacó un tiro libre de Diego que reventó el travesaño.

Sobre su técnica para ejecutar, el diez asegura que “el secreto está en no sacar tan rápido el pie de la pelota, acompañarla todo lo que se pueda. Porque si no, la pelota no sabe dónde la querés mandar”.

Sin embargo, lo más importante fue que ese cotejo sirvió para confirmar lo que el grupo ya sentía. “Aquella tarde también festejamos en serio. Estábamos enloquecidos. Sabíamos íntimamente que jugábamos cada vez mejor, que éramos aviones…”.

Capítulo VII. Una final

Cuartos de final frente a Inglaterra. La guerra de Malvinas, de 1982, aún sigue fresca. Así que no era un tema que pasara desapercibido.

Sin embargo, pese a la presión de la prensa que les preguntaba a los jugadores cómo iban a gritar los goles o si le iban a pegar a sus pares ingleses, el grupo optó por alejarse de esa disputa.

La postura de Maradona es clara: “La verdad es que los ingleses nos habían matado a muchos chicos, pero si bien los ingleses son culpables, igual de culpables habían sido los argentinos que mandaron a los pibes a enfrentar a la tercera potencia mundial con zapatillas Flecha. Uno nunca pierde el patriotismo, pero uno habría querido más que no hubiera habido guerra”.

Lo que sí hizo Diego fue hacer honor a la memoria de los chicos muertos para darles un poco de alivio a las familias.

En la previa, solo se habló de fútbol. De estar centrados en el partido, que no era uno más.

Ya en el partido, lo que sucedió en el Azteca fue historia.

Por un lado, “La mano de Dios”. Diego anticipó al arquero Peter Shilton y estiró la mano para meter un tac que mandó la pelota adentro del arco.

“Miré al referí, que no tomaba ninguna decisión; miré al línea, lo mismo. Y me fui corriendo a festejar. Yo decidí lo que ellos no se animaban a decidir”.

No se arrepintió nunca por ello. “Para mí, era picardía. Y pícaro el que la hacía”, redondeó.

Y después, “El Gol”. Arrancó desde atrás de mitad de cancha, superó a cinco rivales y anotó el mejor tanto de todos los tiempos.

“Miren que no soy de regalarle nada a nadie, pero si hubiese sido contra otro equipo, ese gol no lo habría hecho, ¡no lo habría hecho! Me hubiesen volteado antes, pero los ingleses son nobles”.

Capítulo VIII. Maradona versus Maradona

Semifinales ante la mejor Bélgica de la historia, con dos goles más de Maradona.

“No, por favor, no. No me vengan a comparar el gol a los ingleses con los goles a Bélgica. El gol contra los belgas es lindo, pero es un gol que podés hacer en cualquier partido”.

El único secreto de esos tantos es que el equipo —en especial Diego— se sentía invencible.

Aunque el desarrollo del partido fue muy parejo. Fue el diez quien inclinó la balanza a favor de Argentina.

“En ese partido fui decisivo, me gané a mí mismo, aunque no hice un gol más lindo que contra Inglaterra y aunque no jugué mejor que contra Uruguay, esa sí fue mi mejor actuación en todo el Mundial”.

“También me gané a mí mismo porque, después de pelearla mucho, logré instalar la idea de que no éramos un rival fácil”.

Capítulo IX. Sí, campeones del mundo

La noche anterior a la final Diego no pudo dormir. Tampoco lo hicieron Pasculli y Valdano. Este último decía que no lograban hacerlo por miedo escénico.

“Pero yo no tenía miedo. Yo tenía ganas de que el partido empezara ya, empezara lo antes posible. Y no quería cansarme esperando”.

La previa fue igual que siempre, con los mismos rituales que mantuvieron durante toda la competencia. Y con los mismos lugares asignados para cada uno desde que enfrentaron a Inglaterra en el Azteca, que ya era como su casa.

Enfrente esperaba Alemania Federal, que también había sido finalista en España ‘82.

A los 23 minutos, José Luis Brown conectó un cabezazo que puso el 1-0 para Argentina. Ya en el segundo tiempo, Valdano marca el 2-0.

No obstante, los alemanes bombardearon el área con centros. Cuando Matthaus no podía encontrar a Maradona para pararlo y la Albiceleste estaba para el 3-0, una desconcentración hizo que Rummenigge descuente: 2-1. Enseguida, con otro centro, Völler empató el juego.

“¿La verdad?, jamás se me cruzó por la cabeza que el partido se nos escapaba cuando nos empataron. Si ya pedía la pelota, empecé a pedirla el doble”.

Asistió a Burruchaga, que quedó habilitado y marcó el 3-2 definitivo a siete minutos del final. “Cómo lo grité, por Dios, cómo lo grité”, sentenció Diego.

“¡Campeón del mundo, campeón del mundo! ¿Sabés lo que es eso, sabés lo que es ser campeón del mundo con la camiseta de tu país, con tu camiseta? No se compara con nada”.

Notas finales

Publicado en 2016, Diego Armando Maradona repasa con lujo de detalles todo lo que sucedió antes y durante el Mundial de México 1986.

El título hace honor a lo que fue: “México 86. Mi Mundial, mi verdad”. Verdaderamente fue su Mundial —nunca hubo una actuación individual tan alta— y su verdad —fue fiel a su estilo frontal—.

Además de repasar con mucha atención los siete partidos invictos que tuvo la Argentina durante la competencia, repasa temas muy variados.

Desde su honor por llevar la cinta de capitán hasta su pelea con Passarella y el conflicto que inició con la FIFA de Havelange.

Se trata de un Diego auténtico que, como en México, este libro no decepciona.

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Para conocer otros aspectos del mito Maradona y tener una mirada más integral, más humana, recomendamos “Maradona, un héroe deportivo”. Luca Bifulco repasa varios ensayos sobre el diez que permiten entenderlo mucho mejor.

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¿Quién escribió el libro?

Considerado el mejor jugador de fútbol de toda la historia, Diego Armando Maradona trascendió el mundo del deporte. Todo el mundo recuerda sus goles a los ingleses en la consagración argentina de 1986. Pero... (Lea mas)

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